soren,

Nació en un barrio de Helsinki donde la policía solo entraba cuando alguien ya estaba muerto. Su infancia fue una sucesión de amistades en la calle, de robos pequeños, de aprender a correr más rápido que el resto, y de pelear hasta que las manos sangraran. Su padre, cuando aparecía, era más un fantasma drogado que una figura de apoyo, y su madre desapareció demasiado pronto como para recordarla más allá de un perfume barato y llantos amargos. Creció sin guía, salvo la de los mayores del barrio, que le enseñaron la única lección que realmente importaba: o devoras o te devoran.A los trece ya servía de mensajero para traficantes. A los quince ya cobraba deudas con los puños. No tardó en encontrar un extraño placer en la adrenalina: sonreír justo antes de golpear era más aterrador que cualquier amenaza, aunque fuera un chaval sin rumbo que aún dormía en colchones ajenos.Los años y su osadía lo arrastraron de los bajos fondos a círculos cada vez menos empobrecidos, pero igual de marginales. Trabajó como escolta para contrabandistas, incluso como sicario improvisado. Cada paso era un ascenso, una forma de abandonar la miseria, aunque siempre había sangre en sus nudillos y humo en sus pulmones.El salto definitivo lo dio al volverse guardaespaldas de la élite más exclusiva. La rica, poderosa, con demasiados enemigos para vivir sin cubrirse la espalda. Ahora él, quien antes solo había sido un perro salvaje, jugaba su propio papel: mitad protector, mitad verdugo. La posición le daba un sueldo constante y acceso a lujos que nunca soñó. Y, sin embargo, sigue siendo el mismo: el chico de barrio que disfruta demasiado de la sangre, solo que ahora viste camisas caras y fuma en coches de lujo.En el fondo disfruta de la ironía de ser un parásito convertido en sombra indispensable de la élite.